A veces los cambios no significa hacer otra cosa sino dejar de hacer. No hacer algo a lo que estamos acostumbrados no siempre resulta fácil. Cuando tenemos un hábito es porque tenemos una serie de gestos automatizados y, eficaces o no, en algún sentido le sacamos un beneficio.
Sin embargo a veces ocurre que nos damos cuenta que determinados automatismos ya no nos sirven. Pero dejar de hacerlos no siempre es evidente: la fuerza de la costumbre a veces es más potente que la racionalidad de la misma.
Si te paras y te preguntas las ventajas o desventajas de hacer algo que sueles hacer, qué ganas y qué pierdes con ello, pregúntate también si te vas a sentir más ligero por el simple hecho de dejar de hacer o tener algo que ya no sientes tan beneficioso. Es un primer paso. También puedes compartirlo con tus allegados, quizás te den más razones y apoyos para alejarte de algo que está empezando a perder sentido. Y pregúntate… ¿a qué puede acercarme desechar una vieja costumbre?
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