Organizarnos es algo que hacemos cotidianamente, o deberíamos hacer, para decidir hacer las cosas de una manera o de otra, de acuerdo con nuestros objetivos. Así que incluso lo que se reivindica como caótico puede responder a una determinada perspectiva de organización. Lo interesante es que la organización que empleamos nos sea efectiva a la hora de realizar nuestros propósitos.
Pensar acerca de cómo nos organizamos no sólo puede mejorar nuestra forma de conseguir las cosas, sino también ayuda a afinar la dirección de nuestras intenciones y objetivos, de aquello para lo cual nos estamos organizando.
Sin embargo, ¿cuántas veces reparamos en cómo estamos haciendo las cosas? ¿Cuántas veces te has repetido que sabes que cambiar tu forma de organizarte te iría mejor?… y tal cual te decías esto ¿Cuántas veces encuentras razones que te impiden hacerlo: tiempo, ganas…?
En realidad, plantearnos cómo hacemos las cosas y realizar el cambio supone también el desafío de cambiar hábitos que, aunque no resulten del todo eficaces, los tenemos por la mano. Establecer pautas de organización diferentes nos saca de formas de hacer conocidas, de cierta comodidad, aunque sepamos que con ellas no obtenemos lo que queremos. También, en la medida de lo posible, hemos de establecer mecanismos de flexibilidad que nos permitan establecer modificaciones a tiempo según el ajuste de lo pretendido durante el desarrollo de nuestras acciones o proyectos.
Así pues, para poder revisar criterios de organización tenemos que estar dispuestos a movernos de otro modo, ir más allá de la incomodidad inicial que supone salirse de patrones conocidos. Enfocarte en las motivaciones, explorar un poco más a fondo lo que ganarás no solo en términos de resultados sino también en términos de satisfacción puede ser una forma de buscar el impulso necesario para poner en marcha la revisión de tus criterios de organización y luego animarte a ponerlos en práctica.
Además, revisar tus criterios organizativos puede depararte bonitas sorpresas que a menudo se nos ocultan porque simplemente no nos habíamos puesto a valorarlo antes. Y es que muchas veces estamos mejor organizados de lo que creemos o somos muy buenos organizando según qué tareas. En realidad lo que hace falta es tan solo cambiar pequeños gestos, soltar presiones que nos auto-imponemos, aprender a no perdernos en detalles o pequeñas distracciones o simplemente no añadir más de lo que teníamos previsto. Ocurre que se trata tan solo de flexibilizar o adaptar lo que ya estamos haciendo y en realidad sabemos hacer con buen criterio.
Hay muchas formas de revisar la propia organización. Te invito a que lo hagas no sólo buscando lo que sientes que tienes que cambiar por lo que no logras… sino por aquellos criterios que te funcionan y que no reparas en ello porqué das por hecho que son de cajón.
Y desde allí empieces a ver cómo puedes montártelo para cambiar aquellos criterios de organización que parece que más te cuestan. De este modo puedes sacar mucho más partido tanto a tus criterios de organización como a los nuevos.
Comentarios recientes