A menudo nos pertrechamos detrás de nuestros argumentos sin querer contrastarlos justificando así nuestras propias gafas. Sin embargo ¿qué oportunidades que podemos estar perdiendo con esta actitud?
Los cineastas lo tienen claro: una vez se han grabado las escenas de una película, viene el momento de elegir la secuencia de las mismas para darle el sentido que se quiere transmitir o provocar al espectador.
De igual modo, cuando algo nos ocurre, nos lo explicamos a nosotros mismos y, obviamente, desde nuestro punto de vista. Nos decimos pasó esto y luego esto mientras sucedía aquello por lo que finalmente acabó pasando lo otro.
Sin embargo, comprobamos mediante conversaciones con otras personas que la descripción de determinados hechos no significa que se valoren por igual: es decir los por qué y para qué han sucedido determinados acontecimientos son diferentes según los ojos con que se miren, según las orejas de quien escucha y también según el momento en que se observan.
De esta obviedad, sin embargo, no siempre se le saca el partido que se podría. A menudo las personas nos pertrechamos detrás de nuestros argumentos sin querer contrastarlos o evaluarlos de otro modo. De alguna manera, parece que necesitamos justificar continuamente nuestras propias gafas.
Como ejemplo de pérdida de oportunidades de no revisión de secuencia de hechos, pondré un ejemplo de carácter empresarial y otro de carácter personal.
En una empresa hay un empleado díscolo que acostumbra a dar “la nota” apuntando a cosas que deberían cambiarse. No se calla ni una y además va a su aire. Su jefe directo, cansado de sus intervenciones y falta de disciplina, decide pedir una recolocación de este miembro del equipo en otro. ¿Qué parte de la secuencia ha valorado el responsable de equipo? ¿Qué valores ha antepuesto a qué otros para tomar finalmente su decisión? En su secuencia parece que solo se ha valorado su comportamiento y no lo que éste podría estar aportando. Es decir que en la secuencia se ha priorizado la forma al contenido del mensaje que estaba tratando de hacer llegar un empleado quizás algo torpe en sus formas. En este caso, y al cabo de un tiempo, se valoró que la pérdida de la contribución crítica de este empleado había restado calidad y oportunidades al equipo y por ende al servicio que prestaban.
Así pues, además de tiempos, como en el cine, también aparecen diferentes planos en una misma secuencia.
Una mujer de unos 35 años se ha pasado toda la vida estudiando y trabajando para el negocio familiar. El padre de familia fallece y uno de los hermanos decide tomar las riendas unilateralmente del negocio. La mujer de 35 años, su hermana, se encuentra de un día para otro sin trabajo y alejada de su familia. De pronto siente que todo se hunde y tiene la sensación de no poder hacer nada. De esta sensación llega a la conclusión de que en realidad no está preparada para encontrar trabajo en otra empresa, de que no sabe lo que es trabajar para otros, de que seguro que no está actualizada en los conocimientos necesarios. Esta visión negativa aunque lógica si tenemos en cuenta los hechos, hace sumirla en una profunda falta de confianza en sí misma y también en una falta de auto consciencia puesto que la realidad de su vida indica que es una persona más que preparada para realizar la remontada que finalmente se dio. En este caso, el que la persona empezara por poner en valor todo lo que había realizado por escrito, el repasar su propia secuencia vital, fue clave para dar el salto para su recuperación tanto personal como profesional.
Y tú, cuando hechas la vista atrás… ¿no encuentras el sentido a determinadas cosas que ni se te hubieran pasado por la cabeza en el mismo momento en qué ocurrían?
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