Los otros, los que no son como nosotros… y sin embargo en el “nosotros”, los otros están incluidos…entre los nuestros… ¡qué paradoja!
Los “otros” nos los sirven como un mal comodín para explicar cualquier cosa en publicidad, cualquier espectáculo mediático facilón que dé cuenta de los malos o buenos que son unos enfrente a los otros o respecto a cualquier situación con el fin de que aumente el consumo o las audiencias. Y es que un comodín no hace falta explicarlo. Todo el mundo sabe para qué sirve un mal comodín… para lo que sea.
Es también a “los otros” a los que le suelen ocurrir determinadas cosas, determinados accidentes, determinadas enfermedades que, obviamente nunca pensamos que nos puedan ocurrir a “nosotros”
Sin embargo, el uso de “los otros”, para lo que sea, no ha resultado ser demasiado rentable históricamente. Cuando se usa demasiado alegremente, sin explicarse gran cosa sobre quiénes son estos “otros”, cuál es su contexto, de donde parten, qué les ocurrió en el camino, de tratar de acercarnos a su forma de entender el mundo, de tratar de ver qué compartimos con ellos, entonces los “otros” son meros desconocidos o se pueden convertir en el enemigo (les “integramos” como que les conocemos por oposición a nosotros). Si este desconocimiento no nos causa curiosidad, es fácil que el vínculo que creamos entre “nosotros” y “los otros” se fundamente más bien sobre el miedo. Miedo porqué nos guiamos no sobre nuestra aproximación propia, sino sobre prejuicios que no se contrastan, que se repiten hasta la saciedad, a través de los que se banalizan clichés y donde se aparta cualquier tipo de duda que nos pudiera hacer reflexionar acerca de nuestro propio sistema de creencias.
Cuando uno o una decide no dudar de sí mismo, decide también no dudar sobre “los otros”, y así se alzan los muros de la incomprensión, de la simplificación ante una realidad que se asevera mucho más compleja de lo que en realidad es.
Banalizar los otros, utilizarlos como meros malos comodines y piezas como si de un juego se tratara, es despojar a las personas de su dignidad, es aprovechar la diferencia no como elemento de enriquecimiento y posibilidad de intercambio, sino como diana para evitar cualquier opción de encuentro.
En realidad, es más fácil desconocer que descubrir, es más cómodo creer que uno lo sabe todo sobre los “otros” que esforzarse en conocer para reconocer realmente quienes son.
O, ¿acaso las cebras que tienen todas y cada una de ellas dibujos diferentes en sus cuerpos se preguntan si son otros o nosotros? En cualquier caso, lo que está claro es que sería bueno reconocer que el “nosotros” necesita de los otros para poder ser. El valor del nosotros se lo da precisamente los “otros”, el nosotros solo tiene sentido si existen los otros, el “nosotros” depende de los otros. Así que educar en la empatía podría ser la mejor forma de comprender que la diferencia nos permite reconocer nuestras propias distinciones sin que unas tengan que ser mejores que las otras, sino simplemente diferentes.
Me horroriza pensar en qué se convertiría un mundo solo hecho de un nosotros uniforme que no me permitiera gozar de las sorpresas que he tenido al viajar, al vivir fuera de mis coordenadas más conocidas, que me permiten viajar con conversaciones de vecinos venidos de muy lejos que me cuentan cosas de sus países de origen que no siempre, precisamente, tiene que ver con lo que sale en televisión o en las redes sociales, que me han permitido también preguntarme sobre mi propia identidad, relativizar creencias sobre mi propio entorno. Doy las gracias por pertenecer a un círculo de personas muy variado, haber vivido y viajado en varios lados porque hace de este mundo un lugar mucho más amigable de lo que se pretende en ciertos medios de comunicación. Y es triste, lamentable diría yo, comprobar, a estas alturas, como personas que se supone que tienen estudios y cargos políticos y económicos jueguen con los “otros” como si fuera un mero comodín.
Despreciar a los que no se parecen a lo que nosotros reconocemos más fácilmente es hacer gala de vista estrecha…porque para empezar ningún “nosotros” podría existir sin los otros, así que, seamos un poco más adultos, reconozcamos hasta qué punto nos necesitamos todos para poder apreciarnos a nosotros mismos y lo que nos puede ayudar apreciar a los otros… porque hacer lo contrario es la vía más fácil sí, la más reduccionista y también la menos saludable y la menos rentable.
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