El pasado 20 de octubre, fui invitada junto a Fernando Fernández de Greenpeace en una charla moderada por la divulgadora científica Celia Santos del ISGlobal en el CaixaFórum de Gironapara hablar sobre como nos adaptaremos las generaciones actuales y futuras a los impactos ambientales derivados del cambio climático, en el marco del ciclo de retos medioambientales “Impacto social de la emergencia climática: ¿Qué podemos hacer?”.
Estamos empezando a ver, socialmente, las orejas al lobo en relación a los impactos negativos que amenazan nuestro medio ambiente y por ende, a nosotros mismos. Después de las temperaturas de este verano y de este otoño, o veroño como algunos ya lo llaman, es difícil no rendirnos a la evidencia que algo nos está pasando. Y más cuando esta tendencia viene al alza, desde hace muchos años. Parece que no dejamos de alcanzar temperaturas récord, y tal como alertan muchos científicos, activistas, instituciones públicas y ya muchos empresarios, la cosa va a peor y el objetivo de los acuerdos de 2015 la COP21 de París, parecen imposibles de poder ser factibles.
A las puertas de la COP27 en Sharm el-Sheikh en Egipto, reflexionar para accionarnos ante el desastre ecológico que a quien más perjudica es al ser humano (la naturaleza es mucho más resiliente que la humana), debe ser un mandato para nuestra propia supervivencia como especie.
En Girona pusimos sobre la mesa que las imágenes de futuro que generamos hablan de nuestra propia proyección del presente. Viendo que las distopías están tan de moda deberíamos preguntarnos a qué nos conducen. En realidad, nos llevan a territorios conocidos. De catástrofes ambientales, ya sea como consecuencia del cambio climático (graves sequías o inundaciones por poner dos ejemplos fáciles) ya nos son familiares, de distintos tipos de contaminaciones (desde el Chapapote a las contaminaciones de los acuíferos o a las contaminaciones químicas), o de los menguantes recursos, ya sabemos que existen así como sus repercusiones.
Sin embargo, las iniciativas del presente que nos podrían conducir a nuevas utopías nos cuesta vislumbrarlas porque no están tan socializadas. O, dicho de otro modo, en realidad vivimos y observamos más imágenes sobre nuestra realidad insostenible que las oportunidades y realidades de cambio que también funcionan para regenerar nuestros entornos y poder crear opciones de cambio positivos que pudiesen revertir el caos sembrado por la entropía antropocéntrica.
Por otra parte, vivimos la sostenibilidad desde un punto de vista sobre todo tecnologizado. Las tecnologías que trabajan para desarrollar soluciones sostenibles son necesarias, sin duda alguna. Pero no son suficientes.
Ante los retos que genera un mundo que se ve cada vez más amenazado por los fuertes impactos ambientales, debemos tener claro que las dinámicas de orden social, económico y político están cambiando. En esto consiste la sostenibilidad y no solo en el medio ambiente. La realidad a veces se impone más rápidamente que las proyecciones de soluciones políticas. Pongamos un ejemplo sencillo. Las tiendas y plataformas digitales de segunda mano han proliferado mucho los últimos tiempos, y no es por casualidad. La precariedad ha hecho que estas prácticas encuentren un lugar que antes no tenían. Así pues, la necesidad económica ha llevado a determinados sectores a emerger cuando las personas han encontrado espacios que antes eran minoritarios y que incluso estaban mal vistos.
Así pues, hay que trabajar desde una perspectiva que pone en cuestión lo que ya tenemos internalizado como inercias de consumo. El sistema económico en el que vivimos ensalza el individualismo como eje estructural. Sin embargo, la sostenibilidad nos conduce a prácticas socioeconómicas totalmente contrarias como, por ejemplo, la necesidad de compartir lo que ya tenemos. Un ejemplo sencillo: ante el grave problema de contaminación atmosférica, estrategias para aumentar el uso del transporte público o el carsharing. La pregunta es… ¿nos preparamos para ello? ¿Qué y cuantos recursos destinamos a crear dinámicas socioeconómicas para cambiar tendencias de movilidad, de consumo, de recursos para que las administraciones llevan a cabo de forma efectiva las políticas que giran entorno a estos cambios, etc?
También podemos pensar en términos de simplificar nuestros modos de vivir, una manera más astuta para empezar a revertir la insostenibilidad en la que vivimos. Pero nos cuesta porque, además, muchos de los artefactos que supuestamente nos generan más facilidad de trabajo, se convierten en fuentes de trabajo multitasking que cada día nos ejercen más presión a la hora de encontrar modos más razonables para vivir. Es como si hubiéramos caído en una extraña trampa en la que caemos sin darnos cuenta de lo que hacemos, pero con la ficción de que todo lo tenemos a un clic de poder hacer cualquier cosa.
Además, cuando nos encontramos con nuestras propias comunidades de intereses de las redes sociales, por ejemplo, caemos fácilmente en la autocomplacencia. Confundimos nuestras comunidades digitales con una comunidad, la física, muy distinta.
Ante este panorama, en el debate de la jornada, se hizo explícito, entre los asistentes, la dificultad por poder enlazar prácticas individuales sostenibles o regenerativas con las decisiones globales para obtener impactos más rápidos y efectivos para mejorar nuestro medio ambiente. Se puso pues de manifiesto la impotencia de cómo poder tratar de ser coherentes cuando los impactos a nivel global nos superan. Y volvemos a puntos anteriores. Solo organizándonos de otra manera podremos revertir la dramática situación que vivimos actualmente. Y aquí es necesario que científicos de ciencias experimentales o exactas trabajen conjuntamente con científicos sociales. Tenemos que superar el trabajar en equipos multidisciplinarios para trabajar en equipos interdisciplinarios. Porque quien crea y utiliza las tecnologías son seres humanos. Prever un uso eficaz y eficiente, atender a derivadas distintas del uso que se suponía de las mismas, optimizarlo de forma adecuada requiere de una mirada psicosocial y no meramente técnico-científica.
También debemos ser capaces de hablar entre los miembros de nuestra comunidad sobre temas ambientales que a menudo generan controversias e incomodidad para poder socializar la necesidad de tender a prácticas compartidas que mejoren nuestros sistemas de vida. Que vamos hacia una tendencia en que, en lugar de tener más aprenderemos a mantener mejor, dando lugar a nuevas economías y dando capacidad a la economía circular a poder desarrollarse y socializarse y no a quedarse en minoría como lo está actualmente.
La situación de incertidumbre que estamos atravesando está llevando a toda clase de organizaciones que les cuesta salir a flote por esta falta de socialización de las cuestiones relativas a la sostenibilidad que compiten con otros grandes retos sociales y económicos que estamos viviendo a la vez. Pero cada vez son más los que se comprometen para generar un impacto social y económico para cambiar una realidad cada vez más cruda.
Científicos del mundo entero (algunos jugándose sus propias carreras profesionales convirtiéndose en activistas como Scientist Rebellion), activistas medioambientales y muchas ONG de todo signo, así como la economía social y solidaria (que en España representa un 10% del PIB de la economía), y muchas más empresas de las que creemos, muchas de ellas PYMES, que están realmente comprometidas apuestan por cambios de paradigma necesarios y, a menudo, sin muchos apoyos. Tampoco quiero obviar la labor determinados políticos y políticas porque no, no todos son iguales, y lo hay que tratan dar un salto que permitan hacer posibles estas complejas transiciones muy a menudo sorteando inercias de según que altos funcionarios, que no están comprendiendo el momento, o de lobbys que les están presionando (en este sentido vale la pena leer el libro “La organización del desgobierno” del jurista Alejandro Nieto), ni la de muchos funcionarios que tratan de ser lo más coherentes posibles sin ser muy a menudo acompañados por las administraciones en las que trabajan.
Y sí, las transiciones no son fáciles y generan incomodidades, no nos llevemos a engaño. Pero son necesarias para poder llevarnos a un lugar mejor. Porque si no empezamos a movernos rápidamente las preguntas nos las haremos demasiado tarde y en lugar de preguntarnos sobre posibles presentes y futuros distintos, nos preguntaremos sobre porqué no reaccionamos a tiempo en el pasado, cuando ya teníamos mucha información sobre lo que ahora nos está pasando.
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