Alexandra
Farbiarz
Mas

Soluciones para el bienestar personal y la sostenibilidad

Esta pregunta me ha nacido espontáneamente, pero sé que es el resultado de una conversación con una gran persona. Hablando sobre lo divino y lo humano nos preguntábamos como, más a menudo de lo que querríamos reconocer, ofrecemos a los demás aquello que no sabemos darnos a nosotras mismas. En definitiva, regalas lo que sabes que también convendría darte pero no lo haces.

Cuando quieres ser consciente de como funcionas, inevitablemente, buscamos espejos y explicaciones en las personas que nos rodean. Observar a los demás es una forma de contrastar como lo hacemos nosotros mismos. Es un buen ejercicio si no se cae en la trampa de las comparaciones que nos llevan a sentirnos más pequeños o más grandes respecto a los demás.

Sin embargo, cuando el ejercicio permite hacerse preguntas sobre uno mismo, es natural que nos fijemos en aquello que más nos cuesta a nosotros mismos en los demás. Y la distancia es una buena aliada para una indagación que nos permita crear perspectivas constructivas. Es por esta razón que podemos ser mucho más efectivos con los demás respecto a nuestras propias carencias que con nosotros mismos.

Y cuando se escucha y se observa con atención y desde un lugar más neutro, es más fácil regalar atención, palabras o silencios adecuados a los que nos acompañan. Ahí reside el secreto de porqué a menudo regalamos aquello que no nos damos.

Sin embargo, cuando identificamos dificultades en los demás parecidas a las propias, que somos capaces de acompañar ofreciendo presentes que reconfortan en los demás, es muy posible que tengamos un ángulo sobre el que recordarnos nuestros “autoregalos” pendientes. Algunos de ellos radican, simplemente, en darnos un tiempo de atención, como lo damos a los otros, unas palabras bonitas, en lugar de reprocharnos cosas porqué no nos salen como querríamos o por un despiste o lo poco paciente que somos a la hora de aprender que estamos aquí para aprender y que esto necesita tiempo. A veces los “autoregalos” consisten también en ponernos límites.

Los niños necesitan ciertos límites para poder crecer saludablemente. En realidad, la falta de límites genera muchos problemas relacionales, aunque esto daría para otro post. Simplemente quería introducir el tema de que ponernos límites a veces también es darnos un regalo. Por ejemplo, darnos el regalo de limitar una actividad excesiva que nos daña, o limitar diálogos internos dañinos o limitarnos a no dejarnos llevar por relaciones tóxicas que nos agotan.

Darnos pequeños grandes regalos nos cuesta por dinámicas que tenemos instaladas desde hace tiempo, lo cual hace que, algo que sabemos dar fácilmente, parece que sea muy difícil de proporcionárnoslo a nosotros mismos. Quizás un buen inicio sería ser más amables con nosotros mismos y sonreírnos cada vez que nos saboteamos por no regalarnos aquello que más nos conviene.

Te sugiero que cojas lápiz y papel y repases aquello que te agradecen los que te rodean. Repasa la lista y elige una de las cosas que más te gustaría regalarte a ti mismo. Escríbelo en un papel y déjalo en algún lugar para que lo puedas ver a menudo.

¿Qué puede pasarte si sencillamente te lo recuerdas a diario? Al menos tenerlo presente para ir acompañándote hacia el regalo que tu mismo puedes darte. Y a partir de aquí permitirte regalarte de ti y para ti aquello que te reconforta y te haga sonreir. Y no se trata de cuestiones materiales en muchos casos, sino gestos sencillos como muestras de afecto hacia ti mismo que se pueden traducir en tiempo de descanso o tiempo para hacer lo que más te apetece, tiempo para escucharse más allá de los ruidos circunstanciales que no elegimos, tiempo para compartir con amigos o conociendo personas o simplemente tiempo para regalarte unas flores o lo que creas que te alegrarte a ti o a un rincón de tu casa.

¿Cuantas veces postergas tus «autoregalos»?¿Qué te impide llevarlos a cabo?