Alexandra
Farbiarz
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Soluciones para el bienestar personal y la sostenibilidad

Este título lo debo en parte al artista alemán Markus Haub y la psicóloga Susana de Val D’Espaux, autores del cuadro que me regalaron y que os comparto en este artículo. A los dos, gracias por formar parte de mi jardín afectivo.
Este post pretende ser una respuesta al anterior post ¿Qué nos impide soltar lo que nos daña? Ponerle ruedas al dolor no es tarea fácil bajo determinadas circunstancias, ni tampoco cuando nos hemos hecho presos de creencias que nos encorsetan ante posibles cambios que nos cuesta empezar a accionar.
El primer paso para soltar lo el dolor es, sin duda, identificar qué es aquello que nos daña. A menudo interiorizamos determinados sentires, actitudes o circunstancias como “naturales”. Así que cuando algo te dañe, lo primero es preguntarte si realmente es algo que forma parte de tu ADN o bien de tu historia o si la mirada que le pones sobre este dolor es justa hacia ti mismo.
También ocurre que personas que te quieren a tu alrededor, te han comentado varias veces que hay cosas que puedes cambiar, que tienes capacidad para hacerlo, pero tú no te lo acabas de creer. Porque sí, a menudo, los demás creen más en ti que tú mismo…tienen la distancia que no tienes contigo mismo. Porque tú, a menudo le dedicas más tiempo a hacer determinadas cosas o a enredarte con todo lo que podrías mejorar en lugar de mirarte con el aprecio de los que te rodean. Así que quizás algún día podrías detenerte a escucharles atentamente y explorar otras posibilidades que las que hasta ahora probaste.
Hay también quien lo ha identificado y ha tratado de cambiar ya algo que le daña repetidas veces. En este caso, es muy saludable reconocerse el propio esfuerzo, reconocer que hay dolores que son lo bastante profundos como para dedicarles un tiempo importante… la consciencia y todo lo que aprendas en el camino va a ser sin duda muy útil y es probable que un buen día todos los esfuerzos realizados adquieran mucho más sentido del que crees que ahora tienen por sentirte en un intento aparentemente infructuoso. Pero es que es en el intento donde le estás poniendo ruedas al dolor. Lo que pasa es que hay según que piedras que son más duras que otras.
Una vez se ha identificado el dolor conviene ver de qué se ha nutrido. El cerebro es un poco vago a veces y tendemos a buscar explicaciones simplistas que nos den pistas fáciles para resolver problemas que nos molestan. Sin embargo, nuestras experiencias suelen ser como las redes neuronales de nuestro cerebro: un entramado de situaciones, asociaciones, que no siempre nos hacen fácil entender de que está hecho aquello que nos dañó y sigue haciéndolo cada vez que lo proyectamos, sin darnos cuenta, en otras situaciones. Deberíamos poder darnos un tiempo, dejarnos acompañar si hace falta, para comprender que, si algo nos duele y nos cuesta soltarlo, es porque se trata de un asunto multifactorial. La buena noticia es que cuando empiezas a indagar vas encendiendo pequeñas luces que, van confiriendo sentido a muchas cosas, precisamente porque son luces que, apagadas, no permitían ver muchas cosas que forman parte de ti y de tu experiencia. Y aprendes a conocerte, y conociéndote mejor eres más capaz de saber lo que te es valioso y lo que no y así tener la certeza de lo que quieres descartar o quieres luchar para ti, por tus valores, para los que quieres y para tus proyectos.
Otro elemento clave para poder soltar lo que te daña es estar dispuesto a molestarte contigo mismo. Cuando realizamos cambios importantes, cuestionamos hábitos, resortes de comportamiento que automatizamos. Así que para soltar lo que te duele empieza por incomodarte dulcemente.
Acepta que te cueste cambiar tu atención de lugar, acepta que cuesta dar los primeros pasos para hacer las cosas de otro modo. Acepta que te sientas patoso cuando dejas de hacer cosas que te eran fáciles, pero no te llevaban a buen puerto y apuesta por hacer algo que no dominas y que, a su vez, te lleva a explorar espacios en que te sientes un novato y sin demasiadas referencias. Ponte gafas de niño, del que mira por primera vez, pero con suficiente experiencia como para saber que siempre hay una primera vez y luego una segunda… hasta que le coges el truquillo. En este caso, experimentar la novedad, escuchar personas con otras aproximaciones, confiar en tu aprendizaje son actitudes que te ayudarán en la acción del cambio.
Otra cosa importante que te ayudará en esta etapa será el humor, reírte de ti mismo y de tus dificultades por hacer las cosas de otro modo. El sentido del humor es un gran aliado para tu propia resiliencia. Hecha la vista atrás y acuérdate de aquellas meteduras de pata que tanto te enseñaron y nota como se dibuja la sonrisa en tu rostro. Pues ahora, que estás en pleno cambio, acuérdate de reírte cuando no entiendas muy bien por donde andas, pero sabiéndote valiente por haber tomado el camino de soltar lo que te duele… igual así no cuesta tanto.
También es bueno que cuando tomes determinadas decisiones de cambio sepas con quien puedes compartir tus pasos. Hay quien no va a entenderlo y puede que te sientas juzgado. No escuches demasiado a quien te cuestiona solo desde la queja o desde dudas que se basan en opiniones personales sin fundamento o sin contrastar o las que detectes que tratan de generarte inseguridades sin ofrecer ninguna alternativa que te parezca razonable. Estas personas no habrán pasado por tu trabajo introspectivo y quizás no tienen elementos suficientes para comprender tus decisiones. Aunque estas personas te quieran, en este momento no te ayudarán demasiado. Sin embargo, seguro que hay otras personas que te podrán acompañar o será la ocasión para conocer otras que hasta ahora ni sospechas que puedan enriquecerte como lo harán. El camino lo hacemos solos, pero es distinto cuando sabemos que, en pequeños tramos, vamos acompañados. Al fin y al cabo, si somos tantos por algo será ¿no?
También es importante que vayas ponderando tus cambios, que veas que nivel de coherencia interna te suponen los pasos que vas dando. Y para ello, conviene poner en el tablero de la valoración todos los elementos que conforman tu vida para ser justo contigo mismo. Hay personas que tienen uno o dos aspectos de su vida que funcionan muy bien, pero otras áreas de su vida están muy vacías… por muy grande y bueno que sea alguien en un área de vida no va a resolver el vacío de otras cuando éstas no se atienden. Por ello conviene ser honesto consigo mismo y ver qué está cambiando en la vida de uno cuando se ha accionado un cambio soltando algo que le dañaba, y en el sentido más amplio de la vida. Así también vas entrenando la propia autoconciencia. Porque soltar algo que te daña normalmente afecta a muchas cosas y el aprendizaje supone abrirte al mundo de otro modo.
Las personas que viven o han vivido experiencias muy dolorosas, pero siguen luchando para salir de ahí o convivir con ello de la mejor manera posible, me merecen una gran admiración, porque, al fin y al cabo, son los que demuestran tener una actitud vital más determinada. No se conforman con el dolor, lo indagan, tratan de transformarlo, crecen con lo que tienen y no lo esconden y tratan de hacerlo rodar para que no se enquiste. Y sí, tienen momentos duros porque, en según qué etapas puede parecer que no avancen, pero siguen luchando para vivir mejor. A eso le llamo una actitud activa y no pasiva, quizás le llamaría incluso optimismo realista. Y quiero darles las gracias a todas ellas porque, sin saberlo ni quizás sin planteárselo, ayudan mucho a otras personas con su ejemplo.