Hace ya tiempo fui a ver la que considero una gran película: “También la lluvia” de Icíar Bollarín. Una de las escenas que me impactó fue en la que Gael García Bernal, que interpreta a un director de cine, les pide a sus actrices indígenas realizar una escena muy dura. Las indígenas hablan entre sí y deciden no hacerla. El actor principal, que también es el intérprete de estas indígenas, le explica al director:
“No van a hacerlo, no pueden hacer algo que ni tan siquiera pueden imaginar”.
Esta respuesta me pareció poderosa. Y me conectó con una de las bases del coaching: el establecimiento de la meta, los propósitos que quieren alcanzar las personas.
Muchos de nosotros no reconocemos nuestras habilidades porque somos incapaces de imaginar que las tenemos. Y esto nos lleva a renunciar a algunos de nuestros anhelos íntimos porque estamos convencidos de que no tenemos las herramientas para lograrlos.
Hay personas que se niegan a imaginar porque han aprendido que lo mejor es no dejarse llevar por sueños que ya han decidido que no pueden realizarse. Pero si no pueden realizarse es, quizá, porque lo han imaginado previamente así, imposible. Ir más allá de este impedimento mental sí es realmente difícil.
¿Significa entonces que imaginar es un ejercicio poco realista? Evidentemente, imaginar no lo es todo y, sin duda, eludir el contexto y las condiciones en las que uno está inmerso sería ilusorio. Tan cierto como que aquello que no imaginamos difícilmente ocurre o que en la vida nos ocurren cosas nunca imaginadas.
Sin embargo, aquí quiero plantear el primero de los supuestos: si queremos algo, primero lo tenemos que imaginar. Necesariamente.
Veamos qué significa imaginación según la Real Academia Española:
imaginación.
(Del lat. imaginatĭo, -ōnis).
1. f.Facultad del alma que representa las imágenes de las cosas reales o ideales.
2. f.Aprensión falsa o juicio de algo que no hay en realidad o no tiene fundamento.
3. f.Imagen formada por la fantasía.
4. f.Facilidad para formar nuevas ideas, nuevos proyectos, etc.
La palabra imaginación tiene muchos significados. En la primera acepción vemos que se trata de una facultad para representar imágenes reales o ideales. La representación de las cosas es nuestro modo humano de caminar hacia la creación de algo. Os reto a que contéis cuantas cosas habéis logrado sin representarlas previamente en vuestra mente o incluso sentirlas en vuestro cuerpo. Es imposible: un propósito, para que sea tal, requiere antes haberlo imaginado, haberle dado una forma mental que nos permite conectarlo con sensaciones, imágenes, etc. Porque para tener un propósito se requiere de una intención. Y la intención requiere de una determinada voluntad que apunta a una dirección hacia algo. Y ese algo es lo que imaginamos.
En la segunda y tercera acepción parece que la imaginación cae en un significado peyorativo puesto que hace referencia a algo que no se sustenta, que parece imposible, que pertenece al terreno de lo no-real. Estas acepciones le van muy bien a personas con dificultades para creer en sus proyectos porque les lleva a asumir que la imaginación sólo sirve como divertimento de la mente, pero no como mecanismo para desarrollar propósitos tangibles. Esta idea puede bloquear el desarrollo de las personas porque impide que canalicen su imaginación y porque sugiere que la realidad, lo tangible, es en sí mismo un impedimento para el desarrollo de sus ideales, acarreando las previsibles frustraciones. Estas acepciones son lo que yo llamo “entierrasueños”.
La última acepción dice: “Facilidad para formar nuevas ideas, nuevos proyectos, etc”. En este caso parece que la imaginación es una habilidad en sí misma. Una herramienta indispensable para que puedan generarse nuevas ideas, nuevos proyectos, etc.
Entre la primera y la cuarta acepción entendemos la imaginación como un mecanismo mental imprescindible para representar y dar forma a nuestras ideasantes de proceder a materializarlas, a hacerlas realidad.
En el caso de las indígenas de la película, la propuesta que les hacía el director era tan brutal que eligieron no imaginarla. Y lo hicieron desde su voluntad. La pregunta es:¿cuántas veces elegimos no utilizar nuestra facultad de imaginar?
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