- El sentido del humor. Cuanta más diversidad somos capaces de percibir más capacidad de relativizar y de reírnos de nosotros mismos y del resto desde una perspectiva amplia, porque el humor puede ser tan universal como cultural. Pero lo que está claro es que la risa y la sonrisa abierta y sincera es lo que más acorta la distancia entre las personas además de ser un gran relajante natural.
- El sentido de la inclusión. Cuando somos capaces de darle valor a la diversidad podemos intercambiar más, enriquecernos los unos de los otros e incluir aquellas diferencias que somos conscientes que tenemos pero que, a su vez, nos permiten reconocer y llevar a cabo procesos de inclusión que salen mucho más a cuenta que segregaciones sociales que la historia nos ha demostrado que dañan a cualquier sociedad.
- El sentido de la escucha activa. Es uno de los pilares de todo el resto de los sentidos. La escucha activa requiere de presencia, de saber reconocer los prejuicios propios como los ajenos, un proceso que supone grandes aprendizajes porque nos abre a lo que es y no solo a lo que queremos que sea o debiera ser. La escucha activa es un ejercicio de atención que va más allá de los propios gustos y que nos abre a nuevas experiencias y a ejercitar nuestras capacidades más allá de nuestros intereses para encontrar otros nuevos o intercambiar pareceres e incluso nos lleva a sinergias que a veces no somos ni capaces de imaginar. Porque al andar nos encontramos con cosas inesperadas que, si sabemos escucharlas, pueden llevarnos a ampliar nuestros horizontes.
- El sentido de la curiosidad. Solo desde la curiosidad podemos adentrarnos en aprendizajes conscientes que amplíen nuestra capacidad de apropiarnos de la riqueza que nos ofrece la diversidad, de desarrollar un espíritu crítico y plantearnos nuevas preguntas ante los desafíos que nos propone las dificultades asociadas a la diversidad. Sin curiosidad no hay tampoco desarrollo de la creatividad, una habilidad cada vez más demandada a nivel profesional y muy necesaria en la vida en general.
- El sentido de la tolerancia. La diversidad no es acogida por todo el mundo porque como seres gregarios y eso hace que tendamos a temer la diferencia. Sin embargo, desarrollar la tolerancia es un ejercicio que debería entenderse como un activo de cualquier sociedad. La intolerancia cuesta mucho más en términos sociales, pero también en términos económicos. Las sociedades donde la intolerancia crece están asociadas a contextos de crisis y no es por casualidad. Sin embargo, también es en los contextos donde ha habido más intercambio cultural que han emergido los periodos más prolíficos de muchas sociedades.
- El sentido pragmático. Ir en contra de la diversidad no es muy pragmático por la sencilla razón que comporta una escalada de conflictos que sale mucho más caro que aprender a sacarle partido a la diversidad.
- El sentido relacional. Comprender la diversidad, estudiar lo que nos es ajeno nos invita también a relacionarnos de modos distintos, la interculturalidad ya sea dentro de la propia sociedad como con otras culturas nos abre a experiencias relacionales distintas que nos hacen crecer como personas de forma especial porque nos sitúan en otro prisma relacional. Cuando, por ejemplo, se hacen intercambios estudiantiles las personas suelen descubrir facetas de sí mismas que no habían sentido hasta el momento porque, simplemente, las relaciones que tienen no tienen nada que ver con las coordenadas culturales y emocionales a las que se está acostumbrado. Y esto abre tanto las mentes como los propios horizontes.
- El sentido común. Abrirse a lo diverso es aceptar la alteridad de los seres humanos, es reconocer distintas naturalezas humanas dentro de la propia gran familia humana. Cuando somos capaces de reconocernos en la diferencia también somos capaces de reconocer aquello que tenemos en común. Hacer este ejercicio nos permite alejarnos de prejuicios fáciles y de estereotipos falseados por intereses que poco tienen que ver con el sentido común, aunque, reconozcámoslo, a veces, suele ser el menos común de los sentidos. Es por ello que conviene ejercitarlo… porque a todos nos conviene.
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