En realidad, cualquiera podría pensar que éste es un título absurdo porque una de las funciones del entretenimiento, es, precisamente, sacarnos del aburrimiento.
Entretenernos nos lleva a la distracción, para divertirnos, para pasar un buen rato, solo o en compañía, o a hacer algo distinto cuando pasamos por un mal momento o cuando no sabemos cómo reaccionar ante una situación.
Obviamente entretenerse es una necesidad vital para sobre llevar una realidad que puede ser difícil de afrontar. También es cierto que entretenerse nos lleva a menudo a la diversión, un ingrediente necesario para hacer buenos aprendizajes. Aunque también hay distracciones más sanas, más elaboradas o más interesantes unas que otras.
Sin embargo, culturalmente, hoy en día, se dan pocos espacios donde no todo esté teñido de entretenimiento. Y esto también nos aleja de nuestro sentir, de realizar reflexiones propias sin la urgencia de que no sepamos sobrellevar lo incómodo o momentos de aburrimiento. Y la incomodidad forma parte de la vida y a veces, gracias a ella, realizamos también grandes aprendizajes.
En cuanto al aburrimiento, tanto en niños como en adultos, también nos lleva a aprendizajes importantísimos…pero ¿qué espacio le damos? ¿Qué nos estamos perdiendo con la falta de aburrimiento?
“ (…)Para que se desarrolle el cerebro, el niño necesita aburrirse. No necesita estar todo el rato aburrido, por supuesto, necesita hacer actividades interesantes, cosas que le gustan y que le estimulen. Pero necesita momentos diarios de no saber qué hacer, estos momentos son los que hacen que el cerebro busque estrategias para hacer cosas”
En la entrevista nos dice también que al buscar estrategias para hacer cosas eso nos lleva a tomar decisiones. Cuando tomamos decisiones lo hacemos en base a determinadas variables con lo cual también se desarrollan otro tipo de habilidades como la gestión del tiempo, el liderazgo, etc.
Sin embargo, no nos quedemos solo en la atención de los niños respecto al aburrimiento… ¿qué nos ocurre a los adultos cuando tenemos momentos de quietud? Obviamente no haremos generalizaciones porque, afortunadamente, no todo el mundo funciona igual ni todo el mundo tiene las mismas necesidades.
Ahora bien, con la digitalización de la vida cotidiana, son muchos los informes que nos alertan de la adicción a los móviles y todo tipo de aparatos y ofertas de entretenimiento de contenidos que nos “llenan” el tiempo, como, por ejemplo, el fenómeno de determinadas redes sociales o bien las series de televisión. Parece que estar sin hacer nada da pavor. Como si no hacer nada no pudiera lugar a otro tipo de observación incluso sanadora.
Del mismo modo que el cuerpo necesita digerir, el cerebro también. Cuando no digerimos bien nos duele el estómago, y, según cómo, puede ser un síntoma de trastorno alimentario (en el que detrás suelen existir muchas carencias emocionales que “se comen” o “se vomitan” por ejemplo). Y no hacer nada, descansar, nos ayuda a sentirnos mejor…de ahí la necesidad de hacer vacaciones…pero cuando no las tenemos ¿nos damos este tiempo de soltar nuestra actividad o necesitamos estar siempre haciendo algo o estar permanentemente conectados? ¿nos planteamos socialmente que el parar el cerebro puede ser una gran inversión a corto, medio o largo plazo? ¿sería realmente descerebrado pensar que nos deberían educar para ello por el bien común?
La digitalización nos lleva sin darnos cuenta a una ficción sutil: la de pensar que la realidad va tan rápido como cuando tenemos la “capacidad de elegir” todo con un click en el móvil, en la Tablet o en el ordenador. Y, sin embargo, la realidad nos muestra que no todo va tan rápido como quisiéramos porque la materialización de una idea, de un sentimiento, necesita de un tiempo en el que se incluyen muchas más variables de las que solemos tener en cuenta cuando estamos en los tiempos inmateriales, en los de la imaginación o en las emociones.
Y esto nos debería llevar a otra reflexión: ¿qué sucede cuando no nos damos el tiempo de relajar la mente, cuando quisiéramos que todo se materializara inmediatamente? Pues si entrenamos a diario nuestro cerebro a los ritmos frenéticos de las redes sociales, a sus notificaciones, a la búsqueda inmediata u obsesiva de seguidores y no lo logramos, nos lleva a grandes niveles de frustración.
Actualmente, se alerta a que muchos niños o jóvenes se les “calma” dándoles una pantalla, pequeña o grande, para que se distraigan. A estos niños y a estos jóvenes les ocurrirá exactamente lo mismo que a los adultos que se “refugian” detrás de su móvil o de su Tablet: que no saben ni se les está educando a manejar sus propias frustraciones. Y seamos claros, las frustraciones también forman parte de nuestras vidas y es necesario aprender con y de ellas. Y si lo “resolvemos” a base de “distracciones” continuas, poco podemos aprender de ello. Es preocupante que esto también comporte conflictos personales y sociales de los que, porqué aún somos jóvenes a nivel social en materia de digitalización de la vida cotidiana, desconocemos el alcance que pueden significar. Sin embargo, ya tenemos señales inquietantes como cuando en las redes se ven grandes trifulcas con una violencia verbal de muy poco contenido crítico elaborado, o cuando hay padres que deben acudir a psicólogos expertos en desintoxicación digital.
Cuando tenemos la atención tan dirigida al exterior, nos dejamos a un lado a nosotros mismos porque dejamos de atendernos, de mirarnos a nosotros mismos, hacia dentro, a conocernos mejor.
Sostenernos en el aburrimiento, o en simplemente no hacer nada, dejándonos deslizar hacia la contemplación interna o externa nos ayuda mucho más de lo que creemos.
Ahora que se acerca el invierno, entramos en una fase de recogimiento. En el invierno parece que no ocurre gran cosa en la superficie a excepción del frío. Sin embargo, bajo tierra ocurren muchos fenómenos biológicos que permiten procesos que verán sus frutos en primavera y explosionarán en verano…siempre y cuando no sigamos maltratando nuestro planeta.
Del mismo modo, gracias al “aburrimiento”, a la quietud, al silencio, podemos hacer germinar grandes aprendizajes que necesitan silencio, que necesitan de nuestra genuina atención, incluso aburriéndonos, para dar lugar a aprendizajes sólidos que nos permitan acompañarnos mejor.
Comentarios recientes