La trivialidad del malestar: algunos indicadores
Ansiedad, depresión, estrés, cansancio, ruido, agobio, miedo, angustia, etc…son términos que se han instalado en nuestro lenguaje cotidiano de una manera prácticamente normalizada. Son estados que nos resultan tan familiares que han logrado banalizar el malestar como forma de vida. En 2019, la OCDE hizo un informe del cual se desprendía que el coste total de los problemas de salud mental de sus países miembros, se estimaba entre el 3,5% y el 4% del PIB, es decir, unos 600.000 millones de euros. En 2019, cuando aún no había estallado la pandemia.
En una comparecencia en el congreso, un diputado expuso la necesidad de adoptar medidas para afrontar los problemas de salud mental asociados a la pandemia. Al finalizar, otro diputado le espetó un “vete al médico”. No encuentro mejor metáfora que ésta para describir hasta qué punto se ha logrado banalizar el malestar. Cuando un diputado en el congreso, y por lo tanto representante de la ciudadanía, no tiene reparo en hacer semejante afirmación ante otro que emite una preocupación por la falta de salud de sus conciudadanos, esto nos debería hacer reflexionar seriamente.
Banalizar el malestar es sinónimo de asumir que el bienestar no forma parte de nuestra cotidianidad…porque el malestar se adopta como lógica de vida. Cada cual entiende el bienestar a su manera, pero entiendo que a nadie le gusta vivir con todos o algunos de los estados con los que abrí este post de forma sostenida en el tiempo.
Tenemos sobradas razones objetivas para entender que hay muchos elementos que llevan al malestar social en estos momentos: una crisis sanitaria sin precedentes como hacía tiempo que no se vivía a nivel mundial y que aún desconocemos el alcance que va a tener. Una crisis económica en el que el tablero de juego geopolítico ha cambiado en muy poco tiempo, con unas repercusiones económicas que ya estamos viviendo y que afecta a miles de hogares. Una crisis ecológica que hace más de 40 años que los científicos nos vienen advirtiendo de las consecuencias que ya vivimos y que se agudizarán más en los próximos años.
Evidentemente el panorama no nos invita a sentirnos bien. Así pues, no es de extrañar que el malestar se haya instalado en nuestras vidas sin que nos sorprenda.
Sin embargo, luchar por el bienestar debería ser lo natural
Pensémoslo fríamente. Vivir es un regalo. Cuando nos ofrecen un regalo tan grande como éste es para disfrutarlo. Y ciertamente, el disfrute es algo por lo que merece luchar y trabajar. Sin embargo, para poder alcanzar mayor bienestar primero debemos saber qué significa nuestro bienestar, desde nuestro propio ser, y no desde recetas publicitarias o tierras prometidas. ¿Nos enseñan a preguntárnoslo? Generalmente cuando somos pequeños, desde la familia a la escuela, se nos enseña, a distinguir, desde los propios valores entre lo que está bien y lo que está mal. Pero pocas veces a preguntarnos qué es lo que nos hace sentir mejor o que nos aleja de nuestro bienestar.
Por otra parte, tampoco se nos educa en preguntarnos qué nos produce malestar y porqué nos sentimos mal. En realidad, todas estas preguntas forman parte de una educación emocional de la que se habla mucho pero que solo algunos profesores y centros educativos atrevidos se toman como una cuestión esencial. Y no hablemos de muchas familias que tampoco cuentan con las herramientas necesarias para acompañarse a sí mismas.
El bienestar, además, no es algo que a veces pueda resolverse individualmente. Lo cierto es que cada vez individualizamos más nuestros actos. Hasta el extremo que el móvil, prácticamente una extensión de nuestra propia existencia, nos sumerge la mirada más en nuestra propia pantalla que en la realidad física, ésa en la que estamos todos.
A pesar de esto, lo que sí podemos hacer para sentirnos mejor y luchar a favor de nuestro bienestar es hacernos preguntas que quizás nos incomodan en un principio, pero que luego nos pueden ayudar mucho más de lo que creemos. Tenemos muchos automatismos que internalizamos inconscientemente y que nos acercan más a nuestro malestar de lo que creemos. No es fácil luchar contra ellos, pero si te lo propones, a veces, ves que hay elementos sobre los que tienes más control de lo que piensas para acercarte a vivir con mayor bienestar.
Y luego hay que asumir, obviamente, que en la vida hay periodos de todo, de mayor bienestar o de malestar por razones más objetivas…pero que, en cualquier momento, vivirlo de una manera o de otra dependerá de la forma en que manejes, observes y vivas la situación.
Me siento muy privilegiada de trabajar en ámbitos donde acompaño a personas y equipos en los que mi aportación consiste en hacer aflorar las herramientas que les son útiles para su propio bienestar. Y sí, esto también nutre mi propio bienestar por lo que les agradezco profundamente la confianza que depositaron en mi. Todos nos podemos retroalimentar de todos, también para generar mayor bienestar.
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