Alexandra
Farbiarz
Mas

Soluciones para el bienestar personal y la sostenibilidad

El miedo es un mecanismo consustancial al ser humano para mantenernos vivos ya que se dispara en situaciones de peligro para nuestra supervivencia.
Sin embargo, cuando nos bloquea, nos frena, nos inmoviliza o nos genera pensamientos y sentimientos repetitivos que no nos ayudan, es cuando el miedo nos conduce a perpetuar dinámicas que nos impiden crecer y alcanzar metas de bienestar.
El miedo adopta muchas formas. Lo podemos vestir de prudencia para justificar por qué no adoptamos determinadas decisiones. Otras veces, nos deja mudos porque nos avergüenza tener miedo precisamente en esa circunstancia. Algunas personas lo disfrazan de actitudes y formas convencionales por miedo a sentirse rechazadas y para evitar que se conozcan sus deseos íntimos. Otras se parapetan en actitudes inmovilistas que justifican con frases hechas: “soy así”, “si así he sido hasta ahora es porque ya me va bien” etc. Afirmaciones que esconden, en realidad, la autonegación.
Otras veces el miedo nos hace huir. Evitamos sistemáticamente conversaciones pendientes o situaciones que nos encogen el estómago y el corazón con el fin de no afrontar los cambios que acarrearía enfrentarnos a ellas.
Lo paradójico es que cuanto más postergamos mirar de frente a nuestros miedos, por mucho que pretendamos ignorarlos, van ocupando cada vez más espacio en nuestra vida, en nuestro presente.
Los cambios serán positivos en la medida en que nos liberen y nos capaciten para adentrarnos por ese camino en el que el miedo nos impide andar. Es cierto que nos generan incertidumbres porque no sabemos a ciencia cierta los resultados que obtendremos. Además, cambiar implica renunciar a creencias que nos sostenían o protegían de nuestros miedos en falso. A veces, también implican dolor, bien porque soltamos cosas que creíamos irrenunciables, bien porque nos supone un esfuerzo que por momentos es imposible saber si valdrá la pena. Pero lo vale, estamos avanzando desde y para nosotros mismos.
Como acompañante de procesos de cambio personal y profesional, y también por experiencia propia, compruebo que cuando se afrontan los cambios conscientemente, nuestro potencial, tantas veces reprimido, se transforma en crecimiento. Es cierto que durante el proceso de cambio es habitual sentir temor porque estamos derribando muros internos. Pero es siempre una oportunidad para revisar de forma fructífera nuestra existencia, para desprendernos de creencias limitantes, para tomar decisiones firmes y llenas de sentido, y para pasar a la acción. Renunciar al miedo siempre nos conduce a una mayor confianza, ligereza y autoestima.