Aquello que nos es “invisible” puede ser porque lo ignoremos, porque no lo veamos de forma evidente, aunque estemos informados de ello, o porque no queremos ver una realidad que, de todos modos, existe.
El impacto de determinados hechos que vivimos es resultado de cosas que nos resultan intangibles e “invisibles”, ya sea de forma material o de forma emocional.
Por ejemplo, la digitalización tiene impactos que palpamos en nuestro día a día como es la inmediatez para la búsqueda de información, para hacer gestiones o para entretenernos.
Sin embargo, tiene un impacto muy elevado en extracción de materias primas críticas – de las que quedan pocas- , de contaminación, de generación de emisiones y de gasto energético que no solemos ver a menos que queramos información sobre ello y además tiene unas afectaciones emocionales que está causando estragos, especialmente entre los más jóvenes.
Lo tangible y lo intangible van de la mano y lo que en un principio no se ve, después se palpa de una manera que no habíamos previsto. En plena era de la monitorización, continuamos con tendencias que indican claramente que el medir no da la justa medida ni incita necesariamente a hacer mejor las cosas.
Tampoco vemos lo alejados que estamos de la naturaleza y de la inteligencia que nos brinda. Como la mayoría de la población es urbana, la distancia entre el ser humano y los ecosistemas nos hace invisibles el conocimiento de los ecosistemas naturales. Un día leí este artículo que le ponía nombre a este fenómeno: ceguera a las plantas. Y esto trae consecuencias enormes porque no sabemos proteger nuestro medio ambiente, que es quien nos proporciona la vida y nuestro sustento. Es como si a través de la actividad humana no solo hubiésemos luchado contra la naturaleza, sino que directamente la hemos externalizado de nuestras vidas, sin comprender que como seres humanos somos una pieza más de esta maravilla que es la naturaleza.
La pandemia pudo ser la oportunidad de darnos cuenta que algo tan diminuto e invisible como es un virus podía ser mucho más poderoso que nuestra capacidad de comprensión y conocimiento, tuvimos que encerrarnos para poder parar un duro golpe…y que, a su vez, también ha traído consecuencias que aún estamos digiriendo.
Sin embargo, nos cuesta aprender como especie. Y en una sociedad hipervisual en la que vivimos, parece como que lo que no es visible no vaya con nosotros cuando probablemente sea donde más se gesten tanto los problemas como las soluciones a los mismos.
Por ejemplo, la biodiversidad nos provee de muchos elementos sin los que no podríamos subsistir: oxígeno, relaciones entre animales y medio que permiten su estabilidad, animales que actúan como parapetos ante posibles enfermedades, belleza, comprender determinadas funciones de las que aprender y luego generar investigaciones que dan lugar a buenos descubrimientos.
Pero no atendemos a lo que no vemos de nuestro medio como, por ejemplo, lo que tenemos bajo los pies: nuestros suelos. Como apunta Peter Wohlleben en su libro “El vínculo secreto entre el hombre y la naturaleza”: “De acuerdo, “solo” son bacterias, pero la importancia de las especies crece a medida que se reduce su tamaño. Los seres minúsculos que viven en el suelo constituyen el primer nivel de la cadena trófica, son comparables al plancton del mar. Si la mayoría no se han descubierto y aún menos se han investigado, os podéis imaginar lo poco que sabemos de los ecosistemas.”
Así pues, no miramos la naturaleza con la atención necesaria para cuidarla convenientemente, porque lo que solemos hacer es, simplemente, ver cómo sacarle partido. Y mucho me temo que si no cambiamos nuestra lente, quien tomará la revancha será la propia fuerza de la naturaleza buscando su propio equilibrio…porque ella es quien nos provee y no al revés.
Es como cuando no queremos ver cuando nos sentimos mal por algo y lo único que hacemos es distraernos o pasar de largo cuando hay cosas que las cargamos durante mucho tiempo, pero no las atendemos. Al final, lo aparentemente invisible se transforma. Y a veces es uno de los factores que explican algunas enfermedades.
Es evidente que no todo lo podemos ver ni atender, pero ¿cuáles son esas cosas que aparentemente no se ven y crees que te repercuten directamente? ¿A qué pondrías atención si tuvieras más tiempo, más recursos o simplemente, más coraje?
Menos IA y más IE…
Cuán cierto es, que vivimos la naturaleza como si fuera un selfie, sin prestarle atención ni beneficiarnos del impacto emocional que genera.
«Tampoco vemos lo alejados que estamos de la naturaleza y de la inteligencia que nos brinda. Como la mayoría de la población es urbana, la distancia entre el ser humano y los ecosistemas nos hace invisibles el conocimiento de los ecosistemas naturales.»
Durante la pandemia paramos por obligación. Los aviones dejaron de desplazar a turistas de fin de semana para visitar una ciudad, lago, montaña o concierto a 3000 km de distancia… Pero la vuelta a la normalidad, fue igual o peor, como quien levanta la puerta de una celda a un animal enjaulado… Vuelos por 30€ para pasar el finde a miles de kilómetros… Forfaits por 20€ para ir en coche a 300km a esquiar un dia…
El móvil no nos deja ver más allá de nuestro narcisismo como especie…