Alexandra
Farbiarz
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Soluciones para el bienestar personal y la sostenibilidad

Jamás como a día de hoy hemos tenido tanto acceso a la información, como posibilidades de generarla. Jamás han existido tal cantidad de canales para comunicarnos y tantos más allá de nuestros espacios físicos. Jamás hubiésemos imaginado que podríamos recibir y emitir tantos formatos y contenidos que debieran ayudarnos a saber más.

Sin embargo, estamos saturados. Saturados de que nos lleguen notificaciones y mensajes que tampoco hemos demandado, saturados de tantos impactos audiovisuales para los que no tenemos la capacidad de digerir tal volumen de información. A esta indigestión digital, hay que añadir el tiempo que pasamos en diferentes redes sociales que utilizan mensajes cortos y que leemos con distintos tipos de pantallas. Ya son muchos los profesionales que trabajan con niños y adolescentes que alertan sobre como esta saturación y adicciones perjudican a sus aprendizajes. De hecho, recientemente, Suecia ha hecho una decidida apuesta por reintroducir libros en las aulas, ya que los estudios recopilados por el gobierno indican que la digitalización genera analfabetos funcionales.

Cierto es que la digitalización también ha supuesto muchos beneficios, pero para ello, hay que saber distinguir los diferentes factores que permiten que éstos realmente nos apoyen en lugar de perjudicarnos.

Y precisamente, la distinción requiere de una capacidad de atención, de tener paciencia para contrastar, de darse el tiempo para ponderar entre distintas opciones… y de descansar el cerebro para poder ver y leer la realidad con más claridad.

Pensemos por un momento en cómo ejercemos búsquedas. La famosa frase “preguntemos a San Google” hace que busquemos una determinada información…sin embargo solemos quedarnos en la primera página, no solemos ir más allá, porque queremos una respuesta rápida y sencilla. Este ejercicio empobrece nuestra capacidad de contrastar, de distinguir entre distintas fuentes de información.

Pensemos en el scroll continuo de las redes sociales que se basan en nuestras propias búsquedas y nos hacen creer, erróneamente, que nuestro entorno digital es proporcional a nuestros intereses a nivel social. Hacemos un scroll que se alimenta de nuestras propias zonas de confort de pensamiento que, sin darnos cuenta, hace que perdamos la habilidad de distinguir lo que nos interesa de lo que realmente ocurre más allá de lo que creemos o nos proporcione información “hecha a medida”. Poco a poco, vamos minando nuestra capacidad de distinción entre nuestra propia percepción de las cosas y lo que son las cosas.  Si bien esto ha podido ocurrir en otros momentos, ahora socialmente, ha aumentado la población encerrada en burbujas digitales que les aleja de las realidades de su entorno. Obviamente, no podemos estar por todo, pero sí podríamos preguntarnos que sucede más allá de aquello en lo que nos enfocamos.

Esto nos permitiría varias cosas: ver la realidad de forma más ajustada a la misma y no solo según nuestros propios criterios, comprender porqué existen otras formas de pensar a la nuestra y que no logramos entender fácilmente si no es tratando de hacer el ejercicio de distinguir las distintas fichas que hay en un mismo tablero.

Esto es la consecuencia de los algoritmos, la base de la famosa Inteligencia Artificial, causante ya en nuestro presente, dilemas éticas y morales.

La disociación es uno de los grandes ejes sobre los que se fundamentan las inercias de comunicación, especialmente la digital. Desde los memes que, en su mayoría, descontextualizan un hecho de una situación, hasta titulares engañosos que buscan atraer la atención y que se centran en ello, aunque luego el texto no esté necesariamente vinculado al eje central del título principal. La disociación lo que busca, esencialmente, es buscar la atención para que cliques, sin que por ello aprendamos a distinguir lo que nos transmiten o la intención de un determinado input informativo.

Esta disociación va más allá: mientras estamos conectados a nuestras pantallas, nos desconectamos de nuestro propio cuerpo, convertido éste en un dedo y una cabeza que siguen la pantalla. Antes lo hacíamos en horas de trabajo, ahora mucho más a menudo andamos, o aprovechamos cualquier medio de transporte para sumergirnos, cabizbajos en nuestros móviles. Y luego está la disociación entre el desarrollo tecnológico y el impacto que tiene en la naturaleza: desde la extracción de materiales hasta la energía que empleamos para crear dispositivos digitales y que a menuda acaban en forma de residuos y en vertederos tóxicos que muchas veces llevamos a la otra punta del mundo, porque aún no tenemos la capacidad ni de reciclar ni de separar los microcomponentes de un montón de aparatos eléctricos y electrónicos, por poner un ejemplo.

La disociación suele bailar con sistemas de asociación simplificadores de la realidad. Por ejemplo, alguien puede leer este post y pensar que quien lo ha escrito es tecnófoba, y no. Se trata de poner sobre la mesa distintos aspectos que me ocupan la cabeza cuando se observa la realidad y preguntarse cómo podemos hacer para emplear mejor las posibilidades que existen. Caer en simplificaciones rápidas, por aquello de “no complicarse la vida”, no nos ayudan a manejar una complejidad que existe. Y por ello es tan importante aprender a relacionarnos aprendiendo a hacer distinciones que nos ayuden a ser más creativos a la hora de manejar nuestros retos, frustraciones, ilusiones o deseos.

Ciertamente, no podemos contrastarlo todo, pero sí aprender a detenernos, sin responder rápidamente a todo (algo muy propio de la era en la que vivimos de la inmediatez) para aprender a decidir mejor, para aceptar lo que no entendemos y luego responder mejor ante aquello que vivimos o querríamos vivir.

Disociar puede ser muy divertido y también un ejercicio creativo, pero cuando gran parte de lo que hacemos gira entorno a ello, sin que ni tan siquiera lo hayamos decidido, entonces podemos tener un problema. Poner la atención en las distinciones nos permite comprender las diferencias, obtener más herramientas y claridad a la hora de elegirlas cuando estemos ante una toma de decisiones

Y tu, ¿en qué te sientes más cómodo, distinguiendo o disociando? ¿Qué crees que es más útil disociar o distinguir?