Alexandra
Farbiarz
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Soluciones para el bienestar personal y la sostenibilidad

A lo largo de la vida encajamos diferentes tipos de dolor. Uno de los que probablemente nos cueste más de asumir sea el provocado por las decepciones.
Esto ocurre con personas con las que hemos compartido un vínculo fuerte y experiencias que fueron muy positivas en el pasado y que de pronto, o lentamente, se rompen por un conflicto o la degeneración de una relación en la que no acabamos de comprender qué ha pasado o porque la otra persona valora tan poco, con sus gestos, palabras o huidas, lo que, durante un tiempo o durante años fue tan preciado. Y es cuando nos sentimos engañados por la otra persona.
La decepción puede causar rabia o tristeza y significa también tener que aceptar una situación en la que se atraviesa un determinado tipo de duelo. Calificaría este tipo de duelo como el proceso de soltar una relación en la que compartíamos un determinado afecto.
Pueden existir distintas razones por las que nos decepcionamos, aunque, en el fondo, al final todas acaban a parar en el mismo lugar: la persona en cuestión ha actuado de una forma que no corresponde con nuestras expectativas o que no ha estado a la altura de las circunstancias.
Las decepciones nos llevan a un lugar de cuestionamiento tanto sobre nosotros mismos, como sobre el otro, como sobre el mundo que nos rodea:
 
  • A nosotros mismos porque podemos llegar a preguntarnos como es que no nos dimos cuenta o no quisimos ver o darnos cuenta de determinadas cosas y hemos dado gran parte de nuestra atención y a veces hasta nuestros propios recursos a esa persona.
  • Hacia la otra persona llegando al punto que podemos incluso preguntarnos con quien compartimos nuestro tiempo a quien ya ni reconocemos y a la que ya no hay ningún gesto por su parte que nos parezca salvable (si bien esto es un sentimiento que puede variar con el tiempo, la perspectiva o los cambios vitales que hacen que las personas se reencuentren y tomen en cuenta otras variables que no contemplábamos en ese momento o no valoramos suficientemente.).
  • Hacia nuestro entorno porque al haber sufrido la percepción o sentimiento de engaño uno tiene la impresión que puede volver a suceder en futuras relaciones, es decir, se puede producir un sentimiento de desconfianza. Es decir que generalizamos una experiencia con una persona con muchas otras.

 

Sin embargo, las decepciones pueden también ser fuentes de aprendizaje para conocerse mejor a uno mismo y utilizar nuevas perspectivas sobre las relaciones.
 
Para ello es bueno, primero, reconocer el dolor que nos produce para poder situar qué es lo que nos ha tocado, cuáles son los valores de nuestra persona que se han visto afectados. Si no hacemos este proceso, si lo negamos, estaremos negándonos a nosotros mismos porque querremos pasar página sin saber de qué iba el capítulo que estábamos cerrando y que tanto nos dolía. Y, por consiguiente, lo seguiremos arrastrando en el próximo capítulo que abramos. Así pues, para que haya aprendizaje, aceptar y observar este dolor nos puede ser de gran ayuda. No hace falta revolcarse en ello tampoco pero sí atenderlo para que podamos aprender a leer nuestras propias heridas para poderles dar un valor positivo y así poder cerrarlas y soltarlas.
Este proceso será más o menos largo en función de lo compartido y de nuestro nivel de entrega con la otra parte, pero a veces también, debido a la propia sensibilidad y al grado de las consecuencias que haya supuesto el objeto de la decepción.
En cualquier caso, se pueden producir muchos y variados aprendizajes. Me encantará conocer otros que no estén en esta lista:
·       Aprender a situar tu propia escala de valores y revisarla.
·       Valorar que, aunque haya habido una decepción concreta, otras personas a tu alrededor siguen dándote su amor y su apoyo por lo que puedes tomar consciencia de que las decepciones no son generalizables sino concretas.
·       Aprender que a veces hay decepciones que se repiten y por lo tanto es hora de empezar a cuestionarte a ti mismo para tratar de ver qué es lo que te hace volver a tropezar una y otra vez sobre la misma piedra.
·       Aprender a poner límites con esas personas que se acercan a ti sin que les importe como miden las palabras, los tonos de voz, los gestos o las intenciones, en definitiva, que sientes que te faltan, de una manera u otra, el respeto.
·       Aprender que tu vida es mucho más que una determinada decepción vital. Por ejemplo, en el caso de separaciones sentimentales, hay decepciones que pueden doler tanto que cubran de negro el resto de tu vida. Sin embargo, si sitúas la decepción al lado de muchas otras cosas que forman parte de tu vida, podrás ver que hay muchos otros elementos y personas que pueden ayudarte a sostenerte en un momento de crisis vital.
·       Aprender a dosificar lo que ofreces a los demás para no quedarte sin nada cuando te has sentido decepcionado…porque a la primera persona que no puedes decepcionarte es a ti mismo.
·       Aprender que hay determinadas evoluciones en que nos sentimos decepcionados sin que haya ocurrido nada concreto pero que debemos aceptar que hemos evolucionado de forma muy distinta.
·       Aprender que a veces uno cambia y determinadas personas te decepcionan porque no entienden o no aceptan este cambio pero que, por otro lado, aparecen nuevas personas con las que nos sentimos más a gusto.
·       Aprender que la confianza es algo que se labra día a día y que, si descuidamos determinadas cosas, los otros pueden decepcionarse con nosotros o al revés.
·       Aprender que no nos dimos el tiempo de conocer a una determinada persona antes de implicarnos como lo hicimos y, por lo tanto, para según qué cosas, conviene ser más prudente.
·       Aprender que hay decepciones temporales. Por ejemplo, cuando desaparece del mapa un amigo o amiga porque se enamoró de alguien y no entendemos porqué una relación hace que excluya la de amistad que tenía contigo.
·       Aprender que no hace falta aguantar determinadas situaciones durante demasiado tiempo cuando nos dañan el corazón y aceptar que la otra persona es como es y no como queremos verla.
·       Resituar una determinada relación en tu circulo de calidad vital. Puede que una persona nos haya decepcionado en un determinado aspecto, pero siga siendo válida para nosotros en otros.
·       Atesorar aquellos regalos que nos dio esa persona cuando tenías buena relación con ella. Esto puede ser desde darle valor a los buenos recuerdos hasta que con esa persona aprendiste cosas o te dejó como herencia buenos hábitos o buenas reflexiones que hoy en día te siguen siendo útiles.
La lista de aprendizajes es larga y seguramente veas unos cuantos aprendizajes más que no están en esta lista. Pero, en cualquier caso, estos aprendizajes pueden ayudarnos también a superar resentimientos, a conocer mejor nuestras prioridades, a saber de qué pie cojeamos para tratar de no repetirnos una y otra vez en relaciones que nos dañan y, de este modo, generemos más consciencia, a ser más compasivos con nosotros mismos y con los otros.
Así que, si estás pasando por un momento decepcionante ponte el gorro de explorador e investiga qué puedes aprender de todo ello… a esto se le llama experiencia. Y la experiencia es la prueba más valiosa de estar aventura del vivir donde cabe tanto lo bueno, como lo malo y como lo extraño.