Alexandra
Farbiarz
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Soluciones para el bienestar personal y la sostenibilidad

¿Se acuerdan de los yupis de los años 80? Este perfil, acrónimo de “Young urban professional”, “Joven profesional urbano”, se refería a jóvenes ejecutivos, agresivos y modernos que marcaron la estética asociada a las escuelas de negocios del mundo entero.
La sonrisa de las fotografías que publicitaban los programas de management mostraba seguridad y, por qué no admitirlo, en algunos casos cierta chulería.

En paralelo, el desarrollo de internet fue generando nuevas formas de comunicación y ha transformado la manera de relacionarse entre empresas y consumidores, entre administraciones y ciudadanos, derribando barreras de acceso tanto físicas como psicológicas.

Los nuevos iconos ejecutivos de principios del siglo XXI ya no se parecen a los de los 80 o de los 90. Steven Jobs, creador de Apple, Mark Zuckerberg, creador de Facebook, Garrett Camp, creador de Uber, por poner ejemplos conocidos, se presentan en tejanos y sin corbata en los eventos a los que son invitados.  Pero no solo han roto con las formas de vestir, también huyen de actitudes pretenciosas o prepotentes y se esfuerzan en mostrar su lado más humano y simpático. Utilizan la risa o la sonrisa como lenguaje explícito ante su público y se esfuerzan porque saben que distinguir la risa forzada de la natural no es tan difícil.

Entonces ¿para qué la risa? ¿Qué pasó con la idea de que “pasarlo bien” en el trabajo no era serio? ¿Qué ocurre cuando las empresas de nuevo sello, las que el mercado reconoce que marcan los cambios más importantes de nuestro tiempo, intentan introducir la gamificación no solo en sus procesos de trabajo sino también, en algunos casos, en los propios espacios de trabajo? Parece que hoy en día lo lúdico empieza a encontrar su espacio en el entorno laboral mientras que antes sólo se escuchaba enaltecer el estrés de los que buscaban triunfar en la escala social.

La risa es a la vez resultado, síntoma y catalizador para todos estos procesos:

  • Tras la risa a menudo existe el juego. El juego es una de las formas más potentes de aprendizaje ya que la diversión añade motivación. Así que si nos reímos también quiere decir que en mayor o menor medida ponemos nuestra capacidad de juego al servicio de nuestras relaciones y proyectos.
  •  Aprendemos a reírnos de nuestros errores, a aceptarlos mejor y a sacar mayor aprendizaje de los mismos, en definitiva, a ser más amables con nosotros mismos y con los que nos rodean.  
  • Aprendemos a desarrollar competencias como la empatía, el liderazgo y la relativización.
  • Caen muchos de nuestros prejuicios, porque la risa es algo que podemos entender universalmente y provoca empatía.
  • A consecuencia del punto anterior, facilita la cohesión de equipo (en el caso del entorno laboral) y la cohesión social allí donde se da.

Además:

  • Estimula distintas hormonas, entre ellas las endorfinas que refuerzan nuestro sistema inmunitario
  • Reduce las hormonas asociadas al estrés, especialmente el cortisol
  • Trabaja el lado derecho del cerebro, la parte más relacionada con la creatividad, la imaginación y la intuición.
  • Moviliza determinados músculos y ayuda a relajar aquellos que están contraídos: se sueltan tensiones y se alivian dolores.
  • Facilita el sueño porque cuando nos reímos nos cansamos naturalmente


Así pues ¿quién puede pensar que la risa es peligrosa para la productividad? ¿Podríamos afirmar que la risa es una fuente de oportunidades y empezar a generar procesos para hacerla más presente en nuestras vidas?  Me atrevo a decir que es de vital importancia potenciarla para disfrutar más de nuestras interacciones, para sacarnos mayor partido a nosotros mismos y para las organizaciones en las que estamos presentes, en espacios comunes y cotidianos.