Alexandra
Farbiarz
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Soluciones para el bienestar personal y la sostenibilidad

Dicen lo que se dedican a la física cuántica que lo que vemos dista mucho de lo que es. Dicho de otro modo, todo aquello que percibimos como sólido, en realidad, está hecho, de un gran vacío.
El vacío es también aquello que podemos sentir en momentos de grandes dificultades o cuando nos damos cuenta que mucho de lo que hacemos no nos llena o no da los resultados que habíamos proyectado en un inicio.
La hiperestimulación sensorial que vivimos, sobre todo en las ciudades, aunque cada vez más en los medios rurales, así como la hiperactividad y la hiperconexión digital en gran parte de la población, nos llevan, más a menudo de lo que creemos, a la fatiga, a la ansiedad…a la desconexión con nosotros mismos y al miedo al vacío.
Hay quien no se para con el fin de no encontrarse consigo mismo, a solas, no vaya a ser que sintieran este gran vacío que nos puede llevar a un cuestionamiento profundo de nuestras propias convicciones, certezas o creencias. En definitiva, a cuestionarnos a nosotros mismos.
Sin embargo, ¿qué ocurre cuando no nos escuchamos? ¿Qué ocurre cuando no atendemos aquello que no vemos o no queremos ver? Pues que tarde o temprano, la vida, que propone y dispone, nos pone por delante desafíos que nos hacen caer de golpe y porrazo de nuestra propia parra. Y quienes no lo atienden tienen muchos números de vivir a medias y/o con grandes cotas de malestar. Eso sí, muchas de estas personas, en su vida digital saldrá con una sonrisa Profident o te hablará de la Universidad de la Vida.
Hacerse preguntas, cuestionarse, es una forma de crecer, de aceptar que uno cambia conforme a las distintas etapas vitales que atravesamos. Hacerse preguntas es aprender a convivir con nuestro inevitable vacío o con aquello que no vemos pero que es y que puede ser una gran fuente de vitalidad, de creatividad y de regeneración.
Esto que ocurre a nivel individual también es extrapolable a nivel social, económico y ambiental. Voy a describir dos ejemplos a nivel individual y otro a nivel social, de algunas cosas que no “vemos” o nos reenvían a un “vacío” que son de orden físico. Cuidarlas o atenderlas nos proporcionaría una gran diferencia cualitativa de vida:
  • El síndrome de la hoja en blanco. Sin una hoja en blanco los escritores, los que realizan proyectos, los dibujantes no podrían plasmar ni sus ideas ni su arte. Sí, al afrontar la hoja en blanco puede que uno sienta cierto vértigo, per a la vez es condición necesaria para poder crear nuevas cosas que pueden llegar a ser sorprendentes. Es bueno aprender a convivir y saber partir de hojas en blanco para poder aterrizar allí todo lo que destila nuestra imaginación, nuestras razones, emociones y experiencias. Y a veces es bueno simplemente darse un tiempo para mirarlas y que empiecen a surgir las cosas, para soltar lo que nos duele, para fabricarnos sueños que pueden ser guías de nuevas andaduras. Y si te da mucho terror, ponte al lado de un niño de 3 años al que también le dan una hoja en blanco y unos colores y aprende de él.
  • Aquellas cosas que más nos duelen pero que siempre evitamos. Hay cosas que nos parecen inabordables porque cuando lo tenemos que afrontar lo pasamos fatal. Muchas personas optan por escapar de esa situación siempre que pueden para evitar pasarlo mal. Sin embargo, hay momentos que la vida ya no nos permite huir de determinados estados o circunstancias. Estas situaciones nos reenvían a una sensación de vacío o desesperación porque sentimos que no tenemos recursos para afrontar el dolor o la angustia que nos provoca. Sin embargo, cuanto más lo evitamos, más grande se vuelve esa sensación de vacío que parece ahogarnos. Es preferible sentirnos torpes y empezar a buscar nuestros recursos, aunque creamos que no los tenemos, que seguir alimentando el pánico por dentro.
  • Cuidar el aire. Actualmente, la calidad del aire de la mayoría de nuestras ciudades sufre de una gran cantidad de contaminantes muy por encima de los niveles recomendados por la Organización Mundial de la Salud. Sin embargo, por ejemplo, la ciudad de Pontevedra, por poner un ejemplo, decidió hacer una apuesta decidida para reducir drásticamente los coches que circulaban por la ciudad. Al hacerlo, al cuidar la calidad del aire, eso que nos vemos pero que nos permite vivir, ha mejorado substancialmente la salud de las personas, han aumentado las ventas de los comercios de la ciudad, los peatones se sienten seguros, han disminuido los accidentes de tráfico, ha mejorado la fluidez de los automóviles que circulan en ella y se han ganado espacios verdes. Cuidando algo que no vemos han renacido muchas otras cosas.

Así pues, no temamos los momentos de vacío, interesémonos por aquello que no vemos porque, como dijo Antoine de Saint Exupéry a través de El Principito: “Lo esencial es invisible a los ojos”.