Hay momentos en que determinadas situaciones nos desbordan cuando afectan a personas a las que queremos mucho. Puede deberse a problemas de salud (cuando se trata de enfermedades graves o degenerativas), o puede ser que una persona que apreciamos profundamente está pasando un mal momento afectivo o profesional. Se trata, sobre todo, de momentos en que no sabemos cómo ayudar a estas personas, no sabemos cómo serles útiles.
Cuando alguien lo pasa mal también puede que no quiera pedir ayuda porque entiende que debe ser autosuficiente a la hora de afrontar o resolver un problema. A veces vemos su sufrimiento y nos duele no poder hacer nada o que no sea capaz de recibir ninguna ayuda.
En estos momentos puede que la impotencia nos pueda e incluso nos arrastre a situaciones de incomodidad con las personas que, precisamente, nos gustaría ayudar.
Sin embargo, para que las personas puedan recibir nuestro apoyo primero deben quererlo y, en segundo lugar, debemos reconocer que a veces no podremos hacer más que estar a su lado. Y sí, estar a su lado, reconocer su dolor, a veces puede resultar lo más útil y gratificante que podemos ofrecer a estas personas.
En este sentido, aprender a no hacer y no juzgar, sino simplemente estar, es la mejor de las ayudas u opciones para acompañar estas personas que queremos. Incluso a veces no estar presente, pero si establecer una distancia para que cada cual tenga un espacio de escucha, puede ser también una forma de acompañar.
Pero ¿cuál es el valor que damos al dejar de hacer para saber estar? ¿Qué nos supone como reto para los que querríamos ser útiles a los demás cuando no nos lo solicitan o no podemos hacer nada más que aceptar algo difícilmente aceptable?
El mero hecho de estar nos conecta con nuestro propio ser, porque es un estar presente, sin más intención que estar al lado de quien lo pasa mal. La compañía desde el mero hecho de querer a una persona es muy valiosa en momentos difíciles de las mismas, porque en su dolor no están solos, pueden reencontrarse con sus seres queridos.
Durante la pandemia lo experimentamos todos directa o indirectamente. Sabíamos de seres queridos ingresados en la UCI y que sus familiares y amistades hubieran dado lo que fuera para que los primeros no se sintieran solos. La falta de la presencia de los seres queridos en momentos tan duros evidencia cuan importante es poder estar al lado de quienes queremos cuando las cosas se tuercen.
La utilidad de la ayuda no se mide pues, necesariamente, en hacer algo concreto por los demás, sino acompañar desde la mirada, desde la caricia de una mano, desde la ternura o de poder compartir la impotencia que genera un determinado estado que invita al otro a ser reconocido en su dolor.
Y no es fácil este ejercicio cuando, además, vivimos en una sociedad que se exige ser feliz a toda costa, en lugar de aceptar que la vida esta llena de todo: de momentos compartidos con alegría, de momentos en que todo parece que se nos derrumbe, de sorpresas inesperadas, de golpes para los que jamás nos prepararon, de incertidumbres que parece que, por momentos, manejen más nuestras vidas que nosotros mismos o de sentimientos de estancamiento.
Así que, si tienes alguien a tu lado que lo está pasando realmente mal, primero trata de estar a su lado, escuchando, compartiendo vuestras presencias. Quizás ésta sea la mejor ayuda que puedas prestar. Quizás luego puedan surgir maneras de “ayudar” en que te sientas más útil…o no. Pero seguro que tu presencia será, para el otro, inestimable.
Gràcies Alex…. Tens tota la raó… Simplement estar ja ho és tot….
Gran article
Muy buen artículo.