Alexandra
Farbiarz
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Soluciones para el bienestar personal y la sostenibilidad

En realidad, esto es algo que debería ser lo común. Sin embargo, vivimos en una sociedad basada en la acumulación de objetos, de experiencias, de estímulos, de distracciones…una sociedad donde lo intangible se siente como necesario pero que todo lo valora desde lo medible, desde lo tangible.

En los últimos años la mitificación de la innovación ha generado un misticismo acerca de la novedad, del cambio por el cambio, de experimentar nuevas sensaciones que nos llevan a la búsqueda de emociones intensas. Hay jóvenes que se han matado queriendo hacerse una selfie dónde lucir su riesgo, hay aplicaciones pensadas para que la gente haga deporte hasta la extenuación solo para poder decir que lo han logrado, que a los 40 están mejor que nunca.

La exposición de la vida privada de las personas en las redes sociales es una elección propia…supuestamente…pensemos en los niños y adolescentes que están aún en periodo de gestar su propia identidad lo que puede conllevar este tipo de exposición. Pero también muchos adultos que no son conscientes de que, detrás de cada publicación, también exponen otras cosas aún sin proponérselo. Dice el dicho: “dime de lo que presumes y te diré de lo que careces”. Pues bien, y ¿si el mundo virtual no fuera más que el escaparate de muchas de nuestras carencias?

Como en todo, nunca hay absolutos, aunque es muy revelador el hecho de que queramos exponer, en gran medida, que todo nos va bien, que sabemos hacer lo que sabemos hacer porque lo demostramos en cualquier red, ya sea profesional o de carácter más lúdico.

Mientras tanto, una pandemia generada por un virus que nos resulta intangible pero que ha hecho saltar por los aires nuestras rutinas, nos demuestra que, por más pantallas, sin duda agradecidas para pasar este periodo tan difícil, también ha hecho emerger cuan necesario resulta lo sencillo.

Lo sencillo que es dar y recibir un buen abrazo y lo bien que nos sienta. Lo sencillo que es dar un paseo y cuan importante resulta caminar cuando estamos tanto tiempo encerrados en casa. Lo sencillo que es tomar cualquier cosa en una cafetería, hacer un menú con los amigos y lo valioso que es este tiempo. Lo sencillo que es compartir un silencio con las personas que más queremos. Lo sencillo y positivo son bienes muy valiosos que no tienen un gran precio pero que resultan esenciales.

También es cierto que hay otras cosas que son sencillas…aunque le cambiaría el adjetivo…hablaría más bien que son más fáciles. Lo fácil que resulta abandonarse en una situación tan difícil, lo fácil que resulta cabrearse y buscar la coherencia en los demás sin cuestionarse la propia. Lo fácil que resulta despotricar de “los otros” y repetir cuatro palabras una y otra vez para erigirse en modelo de verdad. Lo fácil que es dejarse llevar por la corriente sin reflexionar cuando uno se siente desvalido ante una situación donde nos sentimos frustrados e impotentes.

Para acceder a lo sencillo tenemos muchas vías…pero nos entrenaron para dejarnos seducir por lo fácil, por lo que nos resulta de fácil acceso y nos distraiga de nosotros mismos.

Para disfrutar de lo sencillo, lo primero es conectarse consigo mismo o consigo misma. Saber lo que nos hace mover por dentro. A veces la búsqueda no resulta nada fácil, pero sin motivaciones internas, sin escucharnos desde la calma, es difícil acceder a ellas.

La pandemia nos proporciona varios espejos sobre los que poder reflexionar. Uno de ello es sobre algo muy sencillo, pero tremendamente importante: la calidad del vínculo que establecemos con nosotros mismos, así como con los demás.

Los vínculos nos sostienen, permiten reconocernos tanto en nuestra singularidad como en aquello que nos une o nos aleja. En una situación tan crítica como la que vivimos y que afecta a millones de personas que están atravesando duros momentos, por razones de distinta índole, lo sencillo y/o la reflexión sobre lo sencillo resulta esencial para darse cuenta de los pequeños regalos que podemos darnos sin necesidad de esperar que solo las apariencias nos vayan a salvar de nada.

Conversar sobre lo que nos duele o nos inquieta no es fácil, pero es sencillo. Éste es un ejemplo que explicaría bien porque a veces lo sencillo y tan necesario, cuesta tanto. Porque lo sencillo no es siempre fácil de llevar a cabo…pero las gratificaciones que da pueden ser inmensas.

¿Y tú, en qué actos sencillos te encuentras? ¿Cuáles querrías nutrir para sentirte mejor contigo y con quienes te rodean?