A veces me sorprende cuando la gente se queja de la lluvia cuando vivimos en un territorio tan necesitado de agua. Estamos tan desconectados de la naturaleza, tan acomodados en según qué cosas que, en lugar de agradecer unas lluvias que necesitamos para poder vivir, hay quien se pasa el día quejándose. ¿Acaso olvidamos que el campo necesita del agua para darnos sus alimentos, olvidamos que para tener agua corriente necesitamos que llueva, para beber, para ducharnos, para limpiar nuestras calles, para que los árboles nos sigan acompañando?
En realidad, esta queja no deja de ser una metáfora de lo desconectados que estamos no solo de la naturaleza, sino de nuestra propia naturaleza. Porqué, efectivamente, para crecer como personas a veces debemos transitar incomodidades que son necesarias para poder florecer.
Cada etapa vital que vivimos implica renunciar a una serie de cosas para ganar otras. Estas renuncias pueden resultar muy incómodas y por esta razón hay mucha gente que no da los pasos que desearía. El miedo a perder aquello que apreciamos o que estamos acostumbrados a manejar nos sitúa en la incomodidad de afrontar tanto la pérdida como la incertidumbre de lo que va a llegar o debemos afrontar.
Existen muchas maneras de afrontarlo y todas son buenas si te permiten avanzar. Hay personas que deciden dejarse acompañar cuando una determinada situación les genera demasiada incomodidad y, o bien no saben cómo manejarla, o bien son conscientes de que algo les paraliza para dar el salto y tratar de cambiar. En cualquiera de los dos casos, abordar lo que resulta incómodo se ha convertido en algo necesario a trabajar.
Y muchas veces este camino es mucho más gratificante de lo que pueda creerse, porque mirarse hacia dentro es lo más fiable que podamos hacer para nosotros mismos… lo curioso es que mucha gente desconfía de sí misma porque, simplemente, no ha hecho el ejercicio de escucharse de otro modo del que está acostumbrado. Entiendo que haya personas que se les haga extraño hablar sobre sí mismas a una persona desconocida. Sin embargo, si estás atravesando un momento de incomodidad y te sigues haciendo las mismas preguntas llegando a las mismas respuestas sin obtener ninguna respuesta satisfactoria, quizás emprender la incomodidad de hacerlo con alguien que te ayude a encontrar tus propios recursos puede que sea un camino más llevadero para caminarlo con más sentido.
Y también una forma de comunicar distinta, compartiendo naturalezas humanas desde un lugar apreciativo, con cierta distancia y a la vez con la certeza de que habrás tenido la valentía de ir más allá de la incomodidad, atravesándola y permitiéndote reconocerte más allá de la misma. Porque, aunque haya momentos en que nos sentimos tremendamente incómodos con algunas circunstancias, con el tiempo también sabemos que podemos aprender de ellas y sacarles el máximo provecho.
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