Alexandra
Farbiarz
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Soluciones para el bienestar personal y la sostenibilidad

Hay momentos en que podemos sentirnos muy frágiles. Momentos en que todo nuestro mundo parece tambalearse, momentos en que ni tan solo somos conscientes de que atravesamos puertas generando nuevos aprendizajes donde no sabemos muy bien por donde agarrarlos precisamente porque los estamos construyendo.
Hay momentos en que no comprendemos lo que ocurre a nuestro alrededor y otras, ni tan siquiera a nosotros mismos y es entonces cuando nos sentimos frágiles, vulnerables. Nos tememos a nosotros mismos por miedo a caer.
Lo sentimos en momentos de grandes crisis existenciales, cuando se rompen vínculos importantes, cuando se nos van seres queridos y su ausencia nos puede, nos deja desamparados, a veces incluso huérfanos o cuando perdemos un trabajo con todo lo que conlleva en según qué situaciones. Y, en tiempos de pandemia, hay muchas personas que tiene razones muy objetivas para sentir esta fragilidad.
Pero también ocurre cuando decidimos iniciar cambios que sabemos que nos cuestan y nos sitúa en un lugar tan distinto al que estábamos acostumbrados que no tenemos ni idea ni de cómo hacerlo y al experimentarlo nos sentimos frágiles.
Sin embargo, la fragilidad es también la cara oculta de la confianza, la que apuntala todas nuestras fortalezas. Sí, la confianza de saber que está con nosotros, aunque hay momentos en que no la sentimos. 
Y tanto la fragilidad como la confianza las podemos acompañar con otras cualidades, poco de moda, pero necesarias como la paciencia, la quietud, la observación, la ternura, la constancia, la bondad, la gratitud, incluso la rabia bien encaminada para empujarnos hacia una acción dirigida, la rabia que nos activa sin que nos dañe ni dañe a otros.
Adoptar nuestra propia fragilidad es atenderla desde el cariño y con suficiente calidez para que no nos haga solo temblar, sino acogerla con el momento hasta que le demos nuevas formas que sintamos más sólidas y nos generen la estabilidad suficiente, la que echamos de menos cuando nos sentimos vulnerables.
Einstein dijo “La única razón de la existencia del tiempo es que no todo sucede a la vez.” Esta frase es muy reveladora. Cuando nos sentimos frágiles y vulnerables, por lo general, nos sentimos incómodos. Querríamos que todo se solucionase de golpe y porrazo. Sin embargo, si nos damos el tiempo y el reconocimiento de aceptar nuestra vulnerabilidad, nos damos un tiempo de amor propio incalculable porque habremos vencido el miedo a transitar por los mensajes y aprendizajes que la fragilidad nos trae. De lo contrario, estaremos huyendo de nuestra fragilidad, pero huir no es despojarse de ella…nos seguirá persiguiendo, porque estaremos huyendo de nuestro dolor, pero también de lo que nos puede mostrar de nosotros mismos. Y huir constantemente de lo que nos resquebraja por dentro tampoco soluciona nada.
Además, la fragilidad siempre está ahí. Debemos aprender a quererla. Muchas personas hemos sabido como nos puede cambiar la vida de un día para otro. La pandemia es un espejo colectivo de nuestra fragilidad como especie en este sentido.
¿Cuándo fue la última vez que te sentiste frágil? ¿Cómo te acompañaste? ¿Sabrías adoptar tu propia fragilidad? ¿Cómo lo haces o lo harías?
La fragilidad y la vulnerabilidad pueden ser grandes aliados, aunque nos hagan dudar de todo. Pero también pueden ser el trampolín a cambios que nuestro cuerpo necesita, aunque nuestra mente nos diga lo contrario. Sin embargo, el cuerpo, no suele mentir. ¿Escuchas tu cuerpo?