Alexandra
Farbiarz
Mas

Soluciones para el bienestar personal y la sostenibilidad

A menudo se oye la expresión de “salir de tu zona de confort” como una necesidad para no apalancarse. Yo no creo que sea siempre necesario salir cuando uno se siente a gusto en ella y ello permite expandirse en otros aspectos vitales que también nos hacen sentir bien. Sin embargo, cuando vivimos en un severo confort incómodo, entonces vale la pena preguntarse qué hacer para salir de un lugar que nos empequeñece o nos limita severamente.

No siempre es fácil tomar este tipo de decisiones para quien las vive puesto que hay cosas que no dependen exclusivamente de uno mismo y por que a veces vivimos circunstancias complicadas en que una decisión propia puede afectar a terceras personas. Sin embargo, cambiar nuestra mirada es un primer paso para empezar a dar pequeños pasos para salir de este confort incómodo.

Lo primero de todo pues es identificar qué se está viviendo algo de forma continuada y nos duele. Si no se hace ningún movimiento es que la incomodidad nos trae algún tipo de recompensas. Fundamentalmente existen dos variables que lo explican:

  • Aunque no nos satisface y nos crea desasosiego o enfado, nuestra relación con dicha incomodidad es con la que estamos acostumbrados a tratar. Dicho de otro modo, aunque lo vivimos mal, estamos acostumbrados a lidiar con las frustraciones que conlleva.
  • Como consecuencia del punto anterior, el no movernos de esta situación nos asegura no entrar en nuevos conflictos con nosotros mismos; estamos tan acostumbrados a nuestras continuas incomodidades que nada nos pilla por sorpresa, no hay temor a frustrarnos de otra manera por intentar hacer las cosas de otro modo y nos evita el esfuerzo de poner en cuestión nuestras propias creencias tanto de nosotros mismos como de nuestro entorno. En realidad, de este modo, no ponemos en riesgo nuestro propio coraje.

Lo segundo es analizar hasta qué punto tenemos capacidad de movernos para tratar de buscar nuevas salidas y alianzas para encontrar nuevas opciones de cambio y transitar hacia otro lugar en que sentimos que podremos estar mejor con nosotros mismos. No siempre es fácil. Pongamos ejemplos de distinto signo:

  • A nivel individual: Cuando una persona lleva años con una misma dinámica de vida que no le satisface, hay toda una serie de habilidades que no ha puesto en juego porque ni se ha planteado tener que hacerlo. Pero de pronto le sobreviene una crisis existencial profunda o una enfermedad que le da un aviso. En tal caso, es preferible cambiar hábitos y costumbres para recuperar salud, sanar heridas emocionales del pasado que le constriñen. Pero ¿por dónde empezar? Cuando estamos demasiado acomodados en una determinada forma de vivir, a pesar de los avisos que nos da la vida, a veces salir de ellos es todo un desafío que no todo el mundo está dispuesto a afrontar.
  • A nivel de convivencia de pareja: parejas que quieren separarse y se encuentran con impedimentos económicos porque no pueden hacer frente a la hipoteca que están pagando a medias. En este caso hay una cuestión de base difícil, el confort no es tal, sino que se trata de pura supervivencia. La cuestión es preguntarse si hay modelos alternativos de convivencia que pudiesen ayudar a ambas partes. Obviamente, esto requiere un alto nivel de madurez en la comunicación en un momento muy difícil para ambas partes.
  • A nivel profesional: Buscar un nuevo empleo cuando vivimos una época de alta incertidumbre y que ahora toca a casi todos los segmentos sociales: a los jóvenes por falta de oportunidades y de experiencia, a los milenials mal pagados que a menudo no es que busquen un empleo sino que compaginan varios al mismo tiempo, a los boomers a los que se sobreentiende que ya no van a estar preparados o están sobrecualificados y no se les quiere pagar lo que es de esperar con cierta experiencia. En este caso la incomodidad es de carácter sistémico, por lo que se requieren grandes dosis de nuevos aprendizajes o de entrar en nuevas dinámicas relacionales para poder crear una red que acompañe a cada cual a encontrar oportunidades que se le escapan a cada uno de su propio radio de acción. Lo bueno de esta opción es que genera nuevas redes de contacto que permiten ver más allá de la propia realidad. No es fácil, pero al menos obliga a las personas a salir de su espacio cotidiano y conocer nuevas opciones. En este caso, es importante no ponerse demasiada presión ni dejarse llevar por la impaciencia. De lo contrario, el desgaste puede ser muy fuerte.
  • A nivel social y económico: estamos viviendo una gran polarización en la sociedad con altos grados de incertidumbre. En estos momentos de “post-pandemia” estamos sufriendo estragos psicosociales y económicos que generan una gran incomodidad generalizada. Ante esta situación lo lógico sería tratar de volver a mirarnos entre nosotros, volver crear lazos comunitarios con el fin de tejer redes de solidaridad que nos ayudaran a tener una mirada más amable de nuestra realidad compartida. Pero en un mundo en que muchas personas se han encerrado detrás de las pantallas, este ejercicio resulta difícil y causa estragos en el desarrollo de las habilidades personales y sociales. Nos conviene reflexionar seriamente sobre este asunto.
  • A nivel medioambiental: hace décadas que se sabe que estamos ante grandes retos ambientales como el cambio climático, el agotamiento de los materiales y distintas contaminaciones y la merma de la biodiversidad. En estos casos los retos son también de orden sistémico. Si bien hay muchas personas y entidades de todo tipo en el mundo que trabajan incansablemente para mejorar estos problemas, lo cierto es que aquí el supuesto “confort” que causa el modelo consumista juega cada vez más en nuestra contra. Hay quien quiere verlo y hay quien no. La comunidad científica lo tiene más que claro. Aquí el reto es repensar nuestra forma de vida lo cual implica también ciertas renuncias que nos pueden parecer incómodas cuando quizás podría ser fuente de nuevos intereses más sanos y saludables para todos. Pero parece que no queremos ver que nos jugamos nuestra propia supervivencia como especie. ¿Seremos capaces de asumir estas sanas “incomodidades” y aprender a vivir mejor de otras maneras?

Se ha empezado por el nivel individual hasta llegar al nivel social, económico y ambiental. Como vemos salir de un confort incómodo no es fácil ni siempre depende sólo de uno mismo. Pero sin duda alguna, empezar por mover la propia mirada interna puede ayudarnos a poner luz en las verdaderas necesidades que tenemos para, al menos, empezar a dar pequeños pasos que nos empujen hacia una dirección en que nos sintamos un poco mejor y a tejer relaciones que nos apoyen tanto a nosotros mismos como a nuestro entorno. No hace falta hacerlo todo a la vez ni de golpe y porrazo…pero quizás puedas permitirte empezar a considerar algunas opciones de cambio para acercarte a un lugar más confortable.

¿Cuáles son tus espacios de confort incómodos? ¿Qué ganas y qué pierdes en ellos? ¿Te permites explorar otras posibilidades? Si no sabes por dónde empezar, ¿te has planteado buscar ayuda para salir de bucles que te impiden moverte de un lugar en que ya no te sientes bien? La ayuda es algo que se presupone a los niños pero que supone un gran reto para muchos adultos. Sin embargo, la autosuficiencia, en según qué momentos, es algo que a veces nos limita cuando la realidad, como la naturaleza, se expresa bajo formas de interdependencia.